Cuando el mundo te come

Un día te comes el mundo y otro día parece que el mundo te come a ti. Así somos, y estamos acostumbrados, pero a veces, las cosas se vuelven más difíciles, y son demasiados los días que sientes que el mundo te come. Y aparece la “ansiedad”, siempre con una finalidad positiva, que estemos alerta, ella siempre intentando ayudar; nos prepara para lo peor. Si, si, eres buena, pero para YA. Un ratito se lleva bien, hasta nos carga las pilas, pero qué desagradable cuando se convierte en esa visita que no esperabas y encima se queda más de la cuenta.

Tranquila/o, te dicen, no es peligrosa, no pasa nada.¡ Claro!, no pasa nada cuando la sufre otro, porque cuando te pasa a ti, ya no se ve tan fácil. No es sólo que se acelere el pulso, sientas un nudo en el estómago, náuseas y estés como una moto, amén de irritable. Es que eres incapaz de concentrarte, de tomar cualquier decisión, no puedes dejar las preocupaciones a un lado, miedos y más miedos…

Esto es como el Poema de Lope de Vega sobre el amor, “esta es la ansiedad, quien la probó lo sabe”. Sólo quien la haya experimentado, puede entender al que la sufre.

No todas las ansiedades son iguales, ni los motivos, ni los tratamientos. Está claro que debemos encontrar el origen para poder acabar con los síntomas. Pero mientras acudes a terapia, hay unos sencillos pasos que te pueden ayudar a combatir esa desagradable sensación, y quién sabe, a lo mejor hasta a minimizar el origen del problema. Yo soy de la teoría de FINGIR HASTA SER .

  1. No luches contra ella. Mientras más te empeñes en que se vaya, más tiempo se queda.

  2. Respira. Inspira profundamente, contando hasta tres, mantén la respiración también tres, y suelta contando seis. Hazlo tres o cuatro veces. Es muy probable, que después de estas respiraciones, empieces a notar mejoría.

  3. Cambia el foco, mantén tu mente ocupada en cualquier cosa que traslade la atención sobre los síntomas.

  4. Vamos a estimular el nervio vago. Este nervio activa nuestro sistema parasimpático, encargado de relajarnos y mantenernos tranquilos. Haciendo estos ejercicios, ayudaremos a estimularlo.

    -Mejora tu postura. Espalda recta, relaja el estómago, abre el pecho y llévalo hacia arriba, relaja los hombros y llévalos hacia atrás, levanta la cara .

    -Emite sonidos graves tarareando o haciendo Omm, (si, como en Yoga), eso estimula la laringe, y el nervio vago es el encargado de regular las funciones motoras de la laringe.

    -Lávate la cara con agua fría.

    -Socializa. La ansiedad nos vuelve más empáticos pero menos sociables, paradojas de nuestra querida ansiedad.

Y sobre todo no olvides dos cosas: vas a superarla, nada dura para siempre. Y no estás sólo/a.


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